23.03.07
EL AGUA Y LA POBREZA
Fuente: PNUD
Foto cortesía ourplanet.com
Con harta frecuencia, poco o ningún dinero equivale a poca o ninguna voz, y a poca o ninguna oportunidad. Hacer frente a la crisis mundial del agua es un paso indispensable para hacer frente a la pobreza y apoyar el desarrollo humano más amplio”.
MENSAJE A LA COMUNIDAD INTERNACIONAL DE KEMAL DERVIS, ADMINISTRADOR DEL PNUD, EN OCASIÓN DEL DÍA MUNDIAL DEL AGUA
“Ahora que nos encontramos a mitad de camino hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que incluyen la meta concreta de reducir a la mitad el número de personas que carecen de acceso sostenible al agua potable, el mundo sigue haciendo frente a serios retos en relación con el abastecimiento de agua y el saneamiento. Hoy, más de 900 millones de personas necesitan obtener acceso a una fuente de agua mejorada para 2015, y más de 1,3 mil millones de personas requieren acceso a servicios de saneamiento mejorados si es que han de cumplirse las metas establecidas.
El tema del Día Mundial del Agua de este año, “Hacer frente a la escasez de agua”, pone de relieve esta realidad y el hecho de que casi 800 millones de personas de todo el mundo sufren de estrés crónico por falta de agua y amenaza con producir el derrumbe de los sistemas ecológicos, intensificando la competencia por el agua e incrementando las tensiones transfronterizas. Si bien el mundo no se está quedando sin agua en un sentido absoluto, al mismo tiempo la inseguridad en materia de agua plantea una verdadera amenaza para el desarrollo humano en mucho lugares y para una elevada proporción de la población mundial. Alrededor de 700 millones de personas de 43 países viven por debajo del umbral de estrés por falta de agua, de 1.700 metros cúbicos por persona por año. Dentro de 20 años, 3 mil millones de personas vivirán en distintos países por debajo de ese umbral. La necesidad cada vez mayor de agua de las ciudades, la industria, el sector agrícola y las demandas energéticas cada vez mayores representan un riesgo creciente para la seguridad alimentaria y de los medios de vida ya frágiles de los pobres. El año pasado, en el Informe sobre Desarrollo Humano se formuló un llamamiento al reconocimiento del acceso al abastecimiento de agua seguro y asequible como un derecho humano y a la adopción de un Plan de Acción Mundial que respondiera a la crisis del agua. En este Día Mundial del Agua, reiteramos ese llamamiento y recordamos también que si no abordamos adecuadamente este reto se verá menoscabada nuestra capacidad para alcanzar todos los ODM.
Es irónico que vivamos en un mundo en el que cuanto menos ingreso se percibe, tanto más debe pagarse por el agua. Los hogares más pobres de muchos países en desarrollo llegan a pagar hasta el 10% de sus ingresos en agua, en tanto que en el mundo desarrollado si se gasta más del 3% de los ingresos en agua, esto se considera una penuria económica. Lo cierto es que los retos de la crisis del agua son impulsados principalmente por desigualdades fundamentales. Como se puso de relieve en el Informe sobre Desarrollo Humano del año pasado, la escasez de agua no es una simple deficiencia física o del medio ambiente, a menudo refleja la falta de poder financiero y político. Los pobres no obtienen suficiente agua potable por la misma razón que no tienen la posibilidad de votar, o de vivir libres de enfermedades, o de escapar de los peligros de desastres o de conflictos, o de lograr el empoderamiento económico. Con harta frecuencia, poco o ningún dinero equivale a poca o ninguna voz, y a poca o ninguna oportunidad. Hacer frente a la crisis mundial del agua es un paso indispensable para hacer frente a la pobreza y apoyar el desarrollo humano más amplio.
El cambio climático amenaza con socavar aún más los medios de vida de los pobres. La disponibilidad de agua será más impredecible y habrá cada vez más sequías, inundaciones y otros fenómenos climáticos perjudiciales, que aquejarán más a los pobres de forma desproporcionada. Los más pobres prácticamente no tienen ninguna responsabilidad del cambio climático, sin embargo, en muchos casos son los más perjudicados por sus consecuencias inmediatas. En Asia y África subsahariana probablemente se verá afectada la productividad agrícola. En países de poca altitud como Bangladesh, el aumento del nivel del mar incrementará el riesgo de ingreso de agua salina en las fuentes de agua potable. La formulación de estrategias eficaces y asequibles para reducir y gestionar los riesgos y la vulnerabilidad deben ser uno de los ejes principales de las políticas nacionales de ordenación de los recursos hídricos y la asistencia internacional.
La crisis del agua puede parecer desalentadora, pero pueden adoptarse medidas concretas para abordar esta emergencia. Por consiguiente, el Día Mundial del Agua es una oportunidad importante tanto para renovar el debate sobre esta cuestión decisiva como para impulsar la acción. El desafío que se plantea al Grupo de los Ocho y otros donantes es asumir las necesidades de los pobres y seguir el ejemplo reciente del Reino Unido, que se ha comprometido a duplicar el apoyo destinado al agua y el saneamiento en África el próximo año y a volver a duplicarlo hasta alcanzar 200 millones de libras esterlinas para 2011. La inversión mundial necesaria para alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad el porcentaje de personas del mundo que carecen de acceso al agua potable equivale al gasto mensual de agua mineral embotellada en Europa y los Estados Unidos. El logro de los ODM generará 38 mil millones de dólares de los EE.UU. en nuevos beneficios económicos para el mundo en desarrollo. Hago votos por que el Grupo de los Ocho tenga presente estas cifras en la Cumbre que celebrará en junio.
Podemos contribuir a poner en marcha la próxima etapa del desarrollo humano fortaleciendo la ordenación de los recursos hídricos, invirtiendo y planificando ahora para hacer frente a los problemas actuales y futuros de los recursos hídricos, y empoderando los países y las comunidades para que asuman el control pleno de su situación futura en materia de agua. Las soluciones no son principalmente hidrológicas ni técnicas; el poder, la política y la gobernanza cumplen un papel más importante en todos los niveles. Todos juntos tenemos los medios para abordar la crisis mundial del agua; ahora necesitamos el compromiso, la voluntad política colectiva y la respuesta normativa adecuada a estos retos”.
En efecto, tal como lo señala Kemal Dervis, una de cada tres personas en el mundo vive el drama de una escasez cuya causa está más en la distribución y el uso de los recursos hídricos que en la cantidad de agua en el mundo. “Cuando se trata del agua y el saneamiento, el mundo está plagado de un exceso de conferencias y padece de un déficit de acciones creíbles. La diversidad de actores internacionales ha incidido negativamente en el desarrollo de fuertes defensores internacionales del agua y el saneamiento”, afirmó Kevin Watkins, autor principal del Informe sobre Desarrollo Humano de 2006, cuyo tema fue justamente el agua.
Según Watkins, “los gobiernos nacionales deben definir estrategias y planes creíbles para abordar la crisis del agua y el saneamiento. Pero también es necesario desarrollar un Plan de Acción Mundial –en el que participen activamente los países del Grupo de los Ocho– para dirigir los esfuerzos internacionales fragmentados en la movilización de recursos y el impulso de la acción política mediante la colocación del problema de agua y saneamiento en una posición central y prioritaria dentro de la agenda de desarrollo”.
Para el Informe 2006 el agua sucia es una amenaza infinitamente mayor para la seguridad humana que los conflictos violentos. Los autores registran anualmente una cifra de 1,8 millones de muertes infantiles causadas por la diarrea que se podrían evitar con el acceso al agua limpia y un inodoro; 443 millones de días escolares se pierden a causa de enfermedades relacionadas con el agua; y casi un 50 por ciento de la población total de los países en desarrollo padece en un momento dado algún problema de salud debido a la falta de agua y saneamiento. A este costo humano de la crisis del agua y el saneamiento se debe sumar un retraso en el crecimiento económico del África subsahariana, que sufre una pérdida anual de un cinco por ciento en su PIB, cifra muy superior a la correspondiente a las ayudas que recibe la región.
Sin embargo, a diferencia de las guerras y los desastres naturales, esta crisis mundial no insta a que se desarrolle una acción internacional coordinada. El Informe 2006 indica que “al igual que el hambre, es una emergencia silenciosa que experimenta la población pobre y que toleran aquéllos que disponen de los recursos, la tecnología y el poder político necesarios para resolverla”. Los autores del Informe subrayan la necesidad de que se produzca un cambio en esta situación, ya que falta menos de una década para que se cumpla la fecha del año 2015 establecida para alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM).
“Podemos adoptar medidas coordinadas para proporcionar agua limpia y saneamiento a la población pobre del mundo o condenar a millones de personas a vivir en una situación evitable de insalubridad, pobreza y disminución de oportunidades y perpetuar profundas desigualdades en el interior de los países y entre unos países y otros. Tenemos una responsabilidad colectiva en el éxito de esta meta”, concluye.
Los gobiernos deberían invertir el 1% del PIB en agua y saneamiento
Además de la creación de un Plan de Acción Mundial, el Informe sobre Desarrollo Humano de 2006 recomienda la adopción de tres medidas básicas para lograr el éxito:
Hacer del agua un derecho humano, no sólo de palabra: Según el Informe, “todo el mundo debería tener acceso a un mínimo de 20 litros de agua limpia al día, que deberían ser gratuitos para la población pobre”. De acuerdo con los estudios realizados para la elaboración del Informe sobre Desarrollo Humano, mientras que un habitante de Estados Unidos o del Reino Unido gasta 50 litros diarios de agua tan sólo tirando de la cisterna, muchas personas en situación de pobreza sobreviven con menos de cinco litros de agua contaminada al día.
El Informe recomienda que todos los gobiernos deben hacer más que conformarse con los principios constitucionales y proteger, mediante el desarrollo reglamentario, el derecho humano a una fuente de agua segura, accesible y asequible. Pero, según los autores, esto implica como mínimo una meta de al menos 20 litros de agua limpia al día para cada ciudadano, sin coste alguno para los que carecen de suficientes recursos para pagar.
Elaborar estrategias nacionales para el agua y el saneamiento: Los autores instan a los gobiernos a fijarse el objetivo de invertir un mínimo del uno por ciento del PIB en agua y saneamiento y mejorar la igualdad: el agua y el saneamiento sufren de una crónica financiación deficiente. El gasto público representa normalmente menos del 0,5 por ciento del PIB. Los estudios realizados para la elaboración del Informe sobre Desarrollo Humano de 2006 muestran que esta cifra queda eclipsada por los gastos militares: en Etiopía, por ejemplo, el presupuesto militar es 10 veces superior al presupuesto para agua y saneamiento: en Pakistán, 47 veces superior. Los autores del Informe instan a todos los gobiernos a preparar planes nacionales para acelerar el progreso en agua y saneamiento, asumiendo metas ambiciosas respaldadas por una financiación de un mínimo del uno por ciento del PIB y estrategias claras para la superación de las desigualdades.
Aumento de la asistencia internacional: El Informe propugna una inversión extra anual de entre 3.400 millones y 4.000 millones de dólares ($EE.UU). Según el Informe, la asistencia para el desarrollo ha descendido en términos reales durante la última década, pero el logro del objetivo de desarrollo del Milenio en agua y saneamiento requerirá una duplicación de los flujos de asistencia.
El Informe establece que el progreso en agua y saneamiento requiere la realización de grandes inversiones iniciales con plazos de reembolso más largos, por lo que es esencial desarrollar estrategias de financiación innovadoras, tales como las del Servicio Financiero Internacional. Según los autores, esta inversión sería rentable en términos económicos, pues se traduciría en un ahorro de tiempo, un aumento de la productividad y una reducción de los costos sanitarios, que descenderían a 8 dólares por cada dólar invertido en el logro de la meta de agua y saneamiento.
¿Qué podría significar el progreso para la población pobre?
El Informe sobre Desarrollo Humano de 2006 estima que el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo del Milenio en el acceso a agua y saneamiento tendrá un costo adicional total de unos 10.000 millones de dólares anuales que tendrá que asumirse tanto desde el ámbito nacional como del internacional. Según el Informe, “el precio de 10.000 millones de dólares para lograr el Objetivo de Desarrollo del Milenio parece una suma considerable, pero se ha de tener en cuenta el contexto. Representa menos de los gastos militares realizados en 5 días y menos de la mitad de lo que gastan los países desarrollados al año en agua mineral”.
La enorme magnitud de los beneficios que se obtendrían para el desarrollo humano. El Informe muestra que el cierre de la brecha existente entre las tendencias actuales y la meta del objetivo de desarrollo del Milenio en agua y saneamiento supondría la salvación de más de un millón de vidas infantiles durante la próxima década y reportaría unos beneficios económicos totales anuales de unos $38.000 millones. Los beneficios producidos en el África subsahariana (unos $15.000 millones) representarían el 60% de los flujos de asistencia del año 2003.
Si se mantiene la tendencia actual, el mundo podrá alcanzar el objetivo de desarrollo del Milenio relativo al acceso al agua –debido en gran medida al fuerte progreso de China y la India–, pero sólo dos regiones –el Asia oriental y América Latina– están en camino de lograr la meta de saneamiento. Además, este panorama global oculta problemas reales: según las tendencias actuales, el África subsahariana alcanzará la meta de agua en 2040 y la de saneamiento en 2076. En el caso del saneamiento, el Asia meridional lleva 4 años de retraso y, en el caso del agua, los Estados árabes llevan 27 años de retraso.
Según el Informe, si observamos las cifras por país, esto significa que la meta de agua no será alcanzada por 234 millones de personas, siendo 55 el número de países que se han retrasado, y que la meta de saneamiento no será alcanzada por 430 millones de personas, siendo 74 el número de países que se han retrasado.
“¿Se puede permitir el mundo los costos de un progreso acelerado en el abastecimiento de agua y saneamiento?”, se pregunta Watkins. “Aunque la pregunta más adecuada sería: ¿se puede permitir el mundo no realizar esta inversión?”
Costo de la crisis
Según el Informe sobre Desarrollo Humano de 2006, “suministrar agua limpia, eliminar las aguas residuales y proporcionar servicios de saneamiento son tres de los fundamentos más básicos del desarrollo humano”. Pero 1.100 millones de personas carecen de acceso a agua, y 2.600 millones no disponen de acceso a servicios de saneamiento.
El Informe añade: “ ‘No tener acceso al agua limpia’ es un eufemismo de ‘sufrir una profunda privación’. Significa que las personas caminan más de un kilómetro hasta la fuente de agua limpia más cercana para conseguir el agua que necesitan para beber, que obtienen de drenajes, acequias o arroyos que podrían estar infectados con agentes patógenos y bacterias que pueden causar graves enfermedades e incluso la muerte”.
‘No disponer de acceso a saneamiento’ significa que, en barrios pobres como el de Kibera, en las afueras de la capital de Kenia (Nairobi), la gente defeca en bolsas de plástico –comúnmente conocidas como ‘inodoros volantes’–, que tiran a las cloacas al aire libre de la calle porque no tienen otra opción.
Según los estudios realizados para la elaboración del Informe sobre Desarrollo Humano, cuanto mayor es el nivel de pobreza, más se debe pagar por el agua limpia: el 20% de los hogares más pobres de El Salvador, Jamaica y Nicaragua gastan en promedio más del 10 por ciento de sus ingresos en agua. En el Reino Unido, un gasto del tres por ciento de los ingresos familiares en agua representa el límite de estar en condiciones de vida difíciles.
El Informe sobre Desarrollo Humano de 2006 subraya además la existencia de grandes disparidades en los precios que se pagan por el agua. Las personas que viven en los barrios pobres urbanos suelen pagar entre 5 y 10 veces más por un litro de agua que los habitantes de las áreas de ingresos altos. Y las personas que viven en las zonas más pobres de ciudades como Accra y Manila pagan más que los residentes de Londres, Nueva York y París.
Un tercio de la población total que carece de acceso a agua se encuentra dentro del umbral de pobreza absoluta de menos de un dólar diario. Otro tercio vive con un máximo de 2 dólares al día. Según el Informe sobre Desarrollo Humano de 2006, en lo referente al saneamiento, las dos quintas partes de los hogares más pobres del mundo representan más de la mitad del déficit mundial. Los autores subrayan que estas cifras no aportan una prueba de causalidad –ya que las personas pueden carecer de agua y saneamiento porque son pobres o pueden ser pobres porque carecen de agua y saneamiento–, pero indican una fuerte relación recíproca entre la pobreza económica y la privación del acceso al agua.
Y, según el Informe, el debate sobre la participación de los sectores público y privado en el suministro de agua no ayuda a la población pobre. El Informe sostiene que “el debate sobre los méritos relativos del desempeño de los sectores público y privado ha supuesto una desviación de la incompetente actuación de los suministradores de agua públicos y privados para superar el déficit de agua mundial”.
Más allá de los hogares
El Informe sostiene que la población pobre necesita ‘agua para vivir’–para beber, cocinar y lavar–, así como para cultivar alimentos y obtener un medio de sustento. Los autores subrayan que, no obstante, los agricultores pobres deben afrontar una crisis de agua potencialmente catastrófica originada a partir de la combinación del cambio climático y la competencia por los escasos recursos de agua.
La gran mayoría de las personas desnutridas del mundo –cuyo número se estima actualmente en 830 millones–son pequeños agricultores, pastores y jornaleros agrícolas. El cambio climático amenaza con elevar la inseguridad del agua de estos sectores de la población hasta unos niveles sin precedentes, lo que haría que algunas zonas del África subsahariana tuvieran que afrontar pérdidas de hasta un 25 por ciento en sus cultivos. Según el Informe, la competencia por el agua para la producción de alimentos en los países en desarrollo percibe un aumento alarmante, impulsado por el poder político y económico, y no la preocupación por la pobreza.
Los autores sostienen que el refuerzo de los derechos de la población pobre rural, el aumento de su acceso al riego y a las nuevas
tecnologías y la prestación de ayuda a esta población para poder adaptarse al inevitable cambio climático serán requisitos
imperativos para evitar el desastre.
Por otra parte, el Informe sobre Desarrollo Humano de 2006 cuestiona las predicciones que sostienen que la creciente competencia por el agua provocará inevitables conflictos armados. De hecho, el Informe sostiene que la cooperación transfronteriza relativa a los recursos hídricos está ya mucho más generalizada y es mucho más eficaz de lo que generalmente se supone. La India y Pakistán, por ejemplo, a pesar de haber librado dos guerras transfronterizas y de vivir una constante tensión geopolítica, llevan medio siglo gestionando conjuntamente cuencas hidrográficas compartidas a través de la Comisión Permanente del Indo sobre el Agua.
Watkins afirma que “la gestión compartida del agua puede ser un instrumento de paz o de conflicto, pero es la política la que determinará cuál es la opción elegida”. El Informe sobre Desarrollo Humano de 2006 subraya que, la clave de la solución de la crisis mundial reside de hecho en la toma de decisiones políticas correctas sobre agua y saneamiento, tal como lo demuestra la historia.
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