20 junio 2006

CUÉNTAME UN CUENTO

Había una vez un gusano llamado Florentino que había sido en su momento presidente de algun club de hormigas afortunadas y que además tenía con otros una empresita llamada Tragau-vos. Este señor soñaba con urbanizar unos terrenitos paradisíacos que tenían vistas maravillosas a un hermoso bosque protegido y a un golf urbanizado y además estaba pegadito a un puerto deportivo y a un hotelito de cinco estrellas.Pero ¡caramba! Había un problema. Se dio cuenta que su barquito de 60 metros de eslora no cabía en ese puerto. Y llamó a sus amiguitos cigarra de la isla bananera para hacerles la advertencia que para que el señor gusano llegase con su super-hormigonera tenían que adecentar el puerto y construir tiendas de marca y por supuesto una plaza especial para su barquito.A lo que las cigarras bananeras le dijeron que síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii que ningún problema con el aletear de sus alas que apenas podían agitar adecuadamente por estar salpicadas todas de cemento y hormigón y alguna que otra comisión y concesión.Las cigarrotas bananeras deprisa y corriendo ordenaron a la nariguda cigarruela que pusiese en marcha a su tropa para tenerlo todo preparado terrenos y puerto, sean los que fueren, a ser posible que beneficiasen algún que otro gusano orondo con la recalificación y sobretodo que pisotease todas aquellas hormigas obreras que se le cruzasen en el camino.Pero mira por donde que las hormiguitas obreras que pagaban sus impuestos sacaron tiempo para leer en las hojas y en el viento que el temporal de hormigón y cemento se acercaba, avisaron a todo el hormiguero y decidieron no quedarse impasibles. Sacaron tiempo del trabajo que ejercían para mantener a las cigarrotas y gusanos y pidieron ayuda a los dioses y a toda la fauna para vencer a las cigarras bananeras encementadoras, gusanos y otros bichos que anidan en los ladrillos y en los sacos de cemento y acabar con sus intenciones. Y fue entonces cuando a la primera llamada acudieron primero los pájaros y….Continuará…